domingo, 6 de enero de 2008

El terror y la Decadencia

El cine de terror y fantástico, antes de la década de los setenta, acostumbraba ha hablar sobre amenazas provenientes del exterior. Un claro ejemplo es la década de los cincuenta, en donde a raíz de un contexto histórico marcado por el comienzo de la guerra fría y la carrera nuclear, películas como La Guerra de los Mundos o Ultimátum a la Tierra se convertían en metáforas de lo que podría ser un ataque soviético. Por otro lado, a lo largo de los sesenta, la productora inglesa Hammer realizó una serie de películas sobre mitos del terror como Drácula, Frankestein o Fu-Manchu, del mismo modo que lo hizo la Universal en la década de los 30. Como vemos, en todos los casos, se trataba de películas que hablaban sobre el mal, encarnado en seres no humanos (Dráculas, hombres lobos, momias, yetis, ...) o incluso marcianos. En los setenta, todo esto dio un vuelco de 180º.
Si hay algo que convierta el cine de terror y fantástico de los setenta en algo peculiar y rompedor es que su principal premisa es que el mal estaba en nosotros mismos, los humanos. Teniendo en cuenta de que dicha década se caracterizó (por lo menos en el mundo occidental) por enormes crisis económicas (Petróleo), sociales (racismo) y militares (Vietnam), la perspectiva del hombre por parte del cine y demás artes cambió completamente. El hombre dejaba de convertirse en una víctima para convertirse en el agresor. Además de eso, el cine de terror se utilizó en muchos casos para realizar críticas mordaces contra la situación de autodestrucción que se vivía en los setenta de Nixon. Ejemplo de ello es el hecho de que se comenzaron a realizar una serie de películas que hablaban sobre un futuro apocalíptico y desolado a causa de las acciones de los hombres. Ahí tenemos el caso de las películas que interpretó Charlton Heston como El Planeta de los Simios, Soylent Green o The Omega Man, obras marcadas por un recalcitrante pesimismo en donde la tierra se convierte en la gran víctima de la humanidad y la energía nuclear. Otros casos particulares serían Mad Max o ya más adelante Mad Max 2 o 1997: Rescate en NY del gran John Carpenter, del que hablaré más adelante.

ZOMBI
El cine de terror de los setenta, además de tener un tono marcadamente pesimista sobre el futuro que se avecinaba tenía en muchas ocasiones un trasfondo crítico, ya sea con la política como también con la sociedad del momento. Ejemplo de ello lo encontramos en la filmografía de George A. Romero. Su opera prima, La Noche de los muertos vivientes de 1969, hablaba sobre los peligros del uso de las armas nucleares a través del renacimiento de los muertos a causa de las pruebas nucleares. Más adelante, realizó la segunda parte de la saga, Zombi, escrita conjuntamente con Dario Argento y que transportaba el tema de los muertos vivientes a un centro comercial, la “iglesia” del mundo consumista en el que estaba sumida la población occidental. Una secuencia que ilustra esto a la perfección es cuando los protagonistas van a buscar alimentos en un centro comercial asestado de muertos vivientes. Estos, aunque muertos, actúan como si estuvieran en vida, subiendo escaleras mecánicas, bañándose en fuentes llenas de monedas, mirando escaparates...Se trata de una escena tan cómica y absurda como cruel y sarcástica con la condición humana. Y es que según Romero, los muertos hacen lo que les dicta el subconsciente: consumir.


LA MATANZA DE TEJAS
Alejado completamente de Romero nos encontramos con el singular caso de Tobe Hooper y su opera prima, La Matanza de Tejas de 1974. En está polémica película se plantea la situación de cómo unos jóvenes yankis, paseando por Tejas tienen la mala suerte de cruzarse con una familia de psicópatas completamente alejadas de las urbes. Más que personas, parecen cavernícolas para quienes el contacto con la sociedad ha sido completamente nulo. El mundo descrito por Hooper es decadente, oscuro y tenebroso...pero real. Da igual que los personajes sean estrafalarios y parezcan venidos de otro mundo. La película, que se inspira en un asesino real como fue Ed Gein, pretende dar realismo y veracidad a unos hechos completamente indescriptibles e inimaginables por su sadismo y crueldad. Todo esto crea una sensación de agobio y asfixia que desencadenan en la tan impactante como bizarra escena final en donde la familia psicópata tiene una cena con la víctima de turno. Es en ese momento cuando ese mundo tenebroso, decadente y sádico llega a su punto álgido. Y si da realmente miedo, es porque el director plantea la posibilidad de que eso puede existir en el mundo real. En definitiva, el mal más absoluto puede estar en cualquier lugar y estar encarnado en seres humanos. En cambio las secuelas de la película buscaron un camino más fantasioso e irreal, razón por la que nunca acabaron de funcionar.


HALLOWEEN
Sin dejar de lado a los psichokillers, me centraré en otra de las grandes películas de los 70 como es Halloween, de John Carpenter. Al igual que La Matanza de Tejas, La Noche de los Muertos Vivientes o ya más adelante Posesión Infernal, la película de Carpenter tenía esa misma voluntad de impactar. Aunque su estreno dio rienda suelta a que se explotara la fórmula del asesino loco que mata jóvenes como Freddy Krueger, Jasón o subproductos como Se lo que hiciste el último verano, la obra de Carpenter es un producto que sólo podía aparecer una década tan rompedora como los setenta. Ya en su introducción, con la cámara subjetiva del asesino de niño matando a su hermana y a su novio encontramos muchos matices netamente setenteros. No se si era la intención de Carpenter pero el hecho de realizar una cámara subjetiva de un asesino como es Michael Myers nos describe a la perfección cual era la visión del cine de terror del momento. Con la este movimiento de cámara tan famoso, Carpenter convierte al espectador en voyeur/asesino involuntario de un crimen con lo que se pone énfasis en el tema de darle forma humana al mal.


CARRIE
Finalmente nos encontramos con el caso singular que es Carrie de Brian de Palma. La película se podría describir como una teen movie maquiavélica y terrorífica. En los casos anteriores, los malos eran humanos pero eran los antagonistas. En Carrie, se podría decir que no hay buenos, si siquiera la propia protagonista. Tenemos a una madre cruel y extremadamente religiosa, a un mito de los setenta como John Travolta haciendo de malo y a una protagonista aparentemente inofensiva que guarda en su interior unos poderes muy destructivos. La película describe el ambiente del colegio como un lugar divido por populares (Travolta y cía) y débiles (Carrie). Esta última vive en un ambiente decadente con una madre cruel para quién la religión es la base de la vida. Dentro de ese ambiente decadente y oscuro se mueve la “inofensiva” protagonista, quien en la escena final explotará matando a todos sus compañeros en una orgía de sangre rodada de forma magistral por De Palma. Una escena en donde Carrie, mediante sus poderes psicológicos, convierte en un infierno para sus compañeros el lugar que para ella realmente ha sido un infierno. De ese modo, Carrie no deja de explicar una historia en donde una chica se convierte en una auténtica máquina de matar por culpa del ambiente oscuro y cruel que le rodea, el cual no está formado más que por seres humanos.

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