jueves, 27 de diciembre de 2007

Frases Gloriosas (Tango y Cash)



COMISARIO - SI REALMENTE QUIERES TENTAR A LA MUERTE DEBERÍAS PROBAR CON EL MATRIMONIO..
TANGO - ¡ES UNA PROPOSICIÓN?


TANGO: ¿QUIEN TE HA ENSEÑADO A CONDUCIR?
CASH: ¡¡¡¡¡STEVIE WONDER!!!!


MALO: TANGO Y CASH, CASH Y TANGO...ESOS DOS POLIS NO HACEN MAS QUE TOCARME LAS PELOTAS.






martes, 25 de diciembre de 2007

Bola Ocho

El cómic underground americano estaba francamente necesitado de genios durante la década de los ochenta. El único dibujante que seguía manteniendo la compostura era sin duda Robert Crumb mientras que sus compañeros generacionales como Gilbert Shelton (“Freak Brothers”) contínuaban viviendo mentalmente en la década de los sesenta. Y es que mientras el bueno de Crumb dejó de hablar sobre desgraciados como él que se dedicaban a follarse sucias hippis, Shelton y compañía continuaban hablando de porreros, pacificistas y greñundos en una época en donde lo que estaba de moda eran grupos como Poison o Ratt en detrimento de los pobres Mammas and the Pappas o Simon y Poyunkel.
El cómic underground americano estaba pasando por lo que se dice un mal momento. Se trataba de obras que, salvo contadas ocasiones, caían en el exceso (que de hecho es lo que mola) sin ningún tipo de sentido. Fue en esa epoca en la que aparecieron dos tipos macanudos que con sus sarcásticos retratos de la sociedad americana consiguieron de alguna manera que el cómic underground norteamericano volviera a flote, o por lo menos, a que volviera a tener sentido. Porque una cosa esta clara: si por algo se ha caracterizado este “movimiento” (por llamarlo de algun modo) es porque no ha dejado de reírse y de caricaturizar a la sociedad enferma en la que vivimos.
Hablar del Bola Ocho es hablar de uno de los cómics insignia del underground contemporáneo (entendiendo por contemporáneo la década de los 90 y la actual) Y Comentar un cómic-book como este lo veo como una tarea dificilísima dada la gran cantidad de historietas, personajes y demás aspectos que aparecen con lo que haré una especie de resumen de lo que, según mi parecer son los mejores y más recomendables momentos de esta magna obra gráfica.

Art Confidential School

“Art Confidential School” aparece en el Bola Ocho Nº 10 de la Edición española y se podría considerar como un rápido y cómico repaso de los años de Daniel Clowes en la escuela de Bellas Artes en la que estudió. Clowes, que se matriculó en Bellas Artes en Nueva York en los años ochenta describe la clase de personajes que se pueden encontrar en una escuela de este tipo. Desde jóvenes snobs neuróticas a heavys “bocata de chorizo en mano”, pasando por profesores con ganas de follarse ha alguna alumna, vagabundos que hacen de modelo hasta chavales que solo quieren aprender a dibujar para hacer cómics, como el protagonista de la historia. Hace poco hicieron la película y, aunque este bien y sea divertidilla, os recomiendo leer el cómic.

Lloyd Llewellyn

Lloyd Llewellyn es quizá el gran protagonista de Bola Ocho, o por lo menos, el que más apariciones tiene. Se trata de un patoso detective privado que poco tiene en común con Sam Spade o Philip Marlowe. Más bién todo lo contrario. Lo único que tiene en común con ellos dos es su afición por la bebida y la mala vida. Por lo demás tiene tanto de detective privado como Elvis Presley de butanero. Casi nunca tiene casos y cuando los tiene siempre fracasa o le acaba pasando algo raro como perderse en medio del desierto o ver como su pasta de dientes se convierte de golpe en un mutante radioactivo.

Traje Azul italiano de Mierda

Este es sin duda una de las obras que más recomiendo de Clowes y sirve como ejemplo de esa vertiente a medio camino entre lo dramático y lo estrictamente cruel y sarcástico que tienen tantas de sus historietas. Este en particular es una suerte de autobiografía en donde narra los primeros días de un chaval de 18 años en la gran ciudad y su obsesión por hechar un polvo. Leedlo porque realmente vale la pena.

domingo, 9 de diciembre de 2007

BLAXPLOTATION

La década de los setenta fue una época que si por algo se caracteriza es porque estuvo repleta de cambios, tanto políticos (Watergate,...) como económicos (la crisis del petróleo) y sociales. Todos estos cambios afectaron, evidentemente a la importantísima industria del cine la cual se sumergió en una importante crisis financiera que puso fin al antiguo régimen de los estudios. Todo esto, acompañado del desorden ideológico-cultural que se vivía en esa década provocó ciertos cambios en la forma de entender el cine. Un claro ejemplo es el western, en donde directores de la talla de Sam Peckimpah o Dennis Hooper dieron un punto de vista crepuscular al western retratando los primeros días de la historia de los EE.UU como un auténtico infierno basado en la violencia extrema y la explotación de los débiles.
Estos cambios afectaron a todos los géneros y en particular al cine negro/thriller en particular. Películas como Bullit, Dirty Harry o la genial French Connection son ilustres ejemplos de la nueva forma de entender el cine policiaco en los setenta. Calles sucias llenas de mala gente, barrios destruidos, droga a raudales y ambientes malsanos se convirtieron en características de esta nueva forma de entender el género policial. Solamente había un problema y es que tanto Bullit como Harry el Sucio o Popeye eran blancos. Eran héroes blancos que se enfrentaban normalmente a traficantes negros, malhechores negros o gángsteres negros. Y esto en una época de tantos cambios sociales como los 70 en donde la lucha por la igualdad de la población afro americana estaba en su ecuador, no podía durar mucho. Faltaban héroes afro americanos con el que una gran parte de la sociedad estadounidense pudiese identificarse.

Cine para afroamericanos en el apogeo del Black Power

Las reivindicaciones por parte de la población negra por lograr un estatus igual al de la raza blanca fueron constantes en los EE.UU a partir de la década de los sesenta. Personalidades tan influyentes como Martín Luther King o Malcolm X denunciaban (utilizando métodos completamente diferentes) las diferencias raciales en el llamado país de las libertades, denunciando, por ejemplo, que morían más negros que blancos en el frente vietnamita. Pero el que fue el momento más recordado del movimiento blaxplotation fue en el año 1968, cuando en un campeonato olímpico, dos atletas negros levantaron el puño con un puño enguantado (símbolo de la lucha racial ) en el momento en el que estaban en el podio y sonaba el himno norteamericano. Evidentemente, este hecho fue televisado por todo el mundo y causó un enrome revuelo y convirtió el tema de los derechos de los negros en un tema internacional. Evidentemente, todo esto tuvo su influencia en todos los ámbitos y evidentemente, en el cine.
El año 1971, el director Melvin Van Peebles escribió, dirigió y además protagonizó una película titulada Sweet Sweetback’s Badasssss Song. Se trataba de una película rompedora, no por lo que contaba sino en cómo lo hacía ya que rompió claramente con el molde con el que Hollywood mostraba siempre a los negros. La película contaba la historia de un cruel chulo que ayuda a un chico negro que está siendo golpeado por un policía blanco (no hace falta decirlo). A partir de ese momento, el negro malo que teníamos en un principio se convierte en un negro bueno que lo último que haría es hacerle daño a la sociedad.
Con esta obra se inició el género que hoy conocemos como blaxplotation, una forma de entender el cine en donde los protagonistas eran afro americanos con lo que se quería acabar con los estereotipos negativos con los que Hollywood había descrito a la población negra de Estados Unidos. El Blaxplotation no era un subgénero ya que sus películas abarcaban desde el terror, hasta el western pasando por el policíaco. Se trataba únicamente de reivindicar la figura de los negros en la sociedad del momento y tendían a ser violentas, misóginas, antiblancas.
Evidentemente, Hollywood reaccionó contra estas primeras películas, y más concretamente contra la obra de Van Peebles, calificando a su film como similar a la pornografía Hard-Core otorgándole la nunca deseada clasificación X, es decir, la inminente muerte comercial. A pesar de todo ello, Van Peebles distribuyó Sweet Sweetback’s Badasssss Song allá donde pudo, obteniendo aclamaciones de la crítica y un enorme éxito en la taquilla. Con ello se dio el pistoletazo de salida a una forma de entender el cine que resultó tan fructífero como efímero.

Una nueva forma de entender el cine

“Él es cool y duro. Él es un detective negro del sexo, una máquina sexual con la chicas. No acepta órdenes de nadie, ya sea negro o blanco y él arriesga su cuello por sus hermanos. Estoy hablando de Shaft. ¿Puedes enterrarlo?”

El cine blaxplotation (un concepto que viene de la unión de Black y Explotation) tuvo su gran boom con el estreno, el año 1971, de Shaft (estrenada en España bajo el nombre de Las Noches Rojas del Harlem). Se trató de un enorme éxito que puso en boca de todos esta nueva forma de entender el cine. En un momento en donde el movimiento Black Power estaba llegando a su apogeo y los negros americanos se llenaban de orgullo y se auto proclamaban afro-americanos apareció Shaft, un personaje que ya ha pasado a la historia del cine moderno. Se trataba de un auténtico antihéroe americano, chulo, prepotente, ligón y chulo que se convirtió en un auténtico mito, no sólo entre la población negra sino para todo el mundo. Se trataba de una especie de Harry el Sucio negro sobre el que se llegaron a hacer dos secuelas más, una serie de televisión y, hace poco, un remake hollywoodiense interpretado por Samuel L. Jackson del que más vale no hablar. La Shaft original, no era una película de explotación cualquiera. Se trataba de una auténtica obra de culto, con grandes interpretaciones (excepcional Richard Roundtree en el papel protagonista), y una banda sonora funky de Isaac Hayes que logró el Oscar a la mejor canción. Y es que Shaft se convirtió en un auténtico mito para la población afro americana. Era el héroe que toda la población negra necesitaba en cine. Un personaje con el que se consiguió dar otra visión de los negros en el cine, algo que en Hollywood nunca se había realizado.
Y si Shaft y Richard Roundtree representaban el héroe negro, Pam Grier fue lo mismo para el sector femenino. Se trataba (y se trata) de una actriz cuyos papeles se caracterizaban por ser una mujer fuerte, solitaria, seductora y de mente rápida. Tanto en Foxy Brown (donde es una mujer que venga la muerte de su novio) como en Coffy (donde se encarga de unos camellos que metieron a su hermana en la droga) o Sheba Baby (venga la muerte de su hermano), Pam Grier interpreta a personajes que han crecido en las calles y debe hacer frente a situaciones difíciles para poder salir adelante. Los personajes de Grier se convirtieron en verdaderos ejemplos de cómo una mujer negra de barrio pobre puede sobrevivir a base de fuerza y coraje. Un papel al que Quentin Tarantino homenajeó en Jackie Brown, también interpretada por Pam Grier, pero de eso ya hablaremos más adelante.
De todos modos, el blaxplotation no solo eran películas sobre Shaft o de Pam Grier. Como su propio nombre indica, esta forma de entender el cine se explotó a hasta la saciedad. Se llegaron a hacer versiones de clásicos (ya sean literarios como propiamente cinematográficos) tales como Blacula, una versión del mito de Drácula pero con un rey de los vampiros negro. O, como olvidar la versión negra de El Padrino, conocida en España como El Padrino del Harlem. El cine blaxplotation, más que un género era una forma de trasladar todas las historias clásicas con las que Hollywood tenía acostumbrado a todos, dentro del ámbito de los negros. Se trataba de una forma de acercar a la población afro americana a un medio (el cine) que los había marginado históricamente. Y es que con esta nueva forma de entender el cine (por muy marginal que fuera en sus inicios), se convirtió en una auténtica revolución cultural, que además de poner en un sitio adecuado en la historia del cine a la población negra estadounidense, se creo una verdadera y muy marcada estética visual que ha tenido una gran influencia hasta estos días.

El Blaxplotation en la Actualidad

Aunque con este trabajo me he intentado centrar en el cine blaxplotation en una década tan confusa e ideológicamente conflictiva como eran los setenta, creo que merece hablar de las influencias que ha tenido este cine en la actualidad. Como era de esperar, en la actualidad, el concepto blaxplotation se ha comercializado claramente dejando de ser una subcultura marginal, del mismo modo que el rap ha dejado de ser escuchado sólo en los ghetos y ahora es carne de MTV. Lo que nos encontramos hoy en día en los cines, son simples películas que no dejan de ser meras caricaturas de lo que fue el blaxplotation en los 70. Ahí tenemos el ejemplo del remake de Shaft, protagonizado por Samuel L. Jackson, una película lamentable en todos los sentidos que, a diferencia de su antecesora, tiene de todo menos ese espíritu pro-negro crítico y fresco que tanto la caracterizó. Se trata simplemente de un producto hollywoodiense en donde un policía negro se enfrenta a los temibles latinos en donde la crítica a las diferencias entre negros y blancos se olvida totalmente. Es un mero entretenimiento, de usar y tirar, algo muy propio del Hollywood actual. Y esto pasa con muchas otras películas de este mismo calibre como podrían ser Dos Policías Rebeldes o la trilogía de Superdetective en Hollywood (trilogía que por vacía que sea, no puedo criticar).
¿Porqué sucede esto? En mi opinión, vivimos en una época en donde los conflictos sociales y políticos de han dejado de lado. La década de los setenta fue una época de grandes cambios, algo que ya se presagiaba con el mayo del 68 en Francia. Los negros americanos reclamaban igualdad de derechos, la Gran Bretaña perdía sus colonias, Vietnam, la guerra fría,... Era una época movida, en donde la gente estaba muy concienciada políticamente y se saltaba a la calle por cualquier razón. Pero hoy en día las cosas son diferentes. No hay conciencia política, y un cine como el blaxplotation no tiene sentido hoy en día. Y mucho menos cuando Hollywood ha adquirido esta fórmula de hacer películas para llenar sus arcas.
Es muy bonito ver homenajes al blaxplotation como Jackie Brown, de Quentin Tarantino, pero ésta no deja de ser un mero homenaje en clave de thriller a este cine tan característico del mismo modo que Kill Bill homenajea al cine de kung-fu de Bruce Lee y compañía.
Y en el caso de las películas de Spike Lee, nos encontramos con películas más sociales, donde la crítica a las diferencias entre negros y blancos es evidente. Pero son películas muy diferentes a, por ejemplo, Shaft o Blackula. Las películas de Spike Lee son películas dirigidas a todo el mundo, blancos, negros o asiáticos, con la idea de que todo el mundo vea y se de cuenta de los problemas raciales existentes en los EE.UU. En cambio, Shaft o Blackula va destinada principalmente a un público afro americano. Os que es que ¿acaso una historia sobre un Conde Drácula negro está pensada para que un blanco adinerado la vaya a ver el cine en plena década de los 70? Evidentemente, no.
El blaxplotation es un fenómeno de los 70. Hoy ni existe ni podría existir.

lunes, 19 de noviembre de 2007

Nuggets


El mejor regalo que te puedes hacerte en navidades. Distorsión, furia, melodías psicotrópicas, guitarras delicadas como una lluvia de hachas, baterías apisonadoras, bajos estridentes que despiertan al mismísimo link ray de la tumba...CAOS.
Se trata de un auténtico recopilatorio del garage, desde Love hasta los Sonics, desde 13th Floor Elvators hasta Barry and the Remains. Un disco indispensable para saber de donde viene el punk y entender el verdadero espiritu de los 60, muy alejado del sucio mundo hippie de los malvados Mammas and the Pappas y Coñon y Poyunkel.
Con el Nuggets entramos en un mundo cercano a los comics underground de Robert Crumb y companía. Un mundo de caos, suciedad y mucha locura.

sábado, 10 de noviembre de 2007

Red Scorpion

El otro día tuve el placer de revisionar Red Scorpion, película interpretada por el gran (por la altura) Dolph Lundgren, al cual reconoceréis más facilmente si os digo que era el malo de Rocky 4 (la del ruso comunista) o el malo de Soldado Universal (la de Van Damme). Vamos, que era un actor de quilates y que dedicó (y dedica) su carrera artística en cuerpo y alma a rellenar huecos en las estanterías de los videoclubs. Seguro que os suena. De hecho, para ocupar unas lineas más en el artículo citaré películas que ha hecho: Dark Angel, Masters del Universo, la primera versión de The Punisher o The Shooter. Aún no ha ganado el Oscar.
Dolph, en el año 1989 rodó bajo la atenta mirada del prestigioso Joseph Zito la película Red Scorpion. Y digo prestigioso porque mirando en imbd he descubierto que este tipo ha dirigido Invasión U.S.A (de Chuck Norris), Delta Force (de Chuck Norris) y una entrega de Viernes 13.

Centrándonos en el argumento de Red Scorpion, podemos decir en primer lugar que trata el tema de la guerra fría con la sensibilidad del martillo de Thor. Aquí los yankis son buenos y los soviéticos malos. Es un mundo bipolar, sin términos medios. Bueno o Malo. El tema es que los inteligentes guionistas/productores los Hermanos Abramoff (para los que su carrera en el cine se limita a las dos entregas de Red Scorpion) toman como protagonista a un ruso malo malísimo, con cara de malo y cuya forma de ganarse la vida es asesinando para el estado soviético. Entonces, el interés de la película estriba en como el personaje evoluciona (cual Quijote de la Mancha) para convertirse en un proyanki. Y es que con frases como "En América podemos decir las palabrotas que queramos. Tenemos libertad de expresión algo de lo que en tu tierra nunca habréis oido hablar" ¿como no puedes convencer a uno de pasarse al bando yanki?.

Viva el cine.

jueves, 11 de octubre de 2007

The Wanderers

En el capitulo de hoy os hablaré de una película que no he dejado de ver durante un mes. Se trata de The Wanderers, película de Philip Kauffman del año 1979 en donde se narra las aventuras y desventuras de una pandilla juvenil formada por chavales de origen italiano y residentes en el barrio del Bronx neoyorkino. Se trata de una obra que podríamos considerar como una fusión entre American Graffiti de George Lucas y The Warriors de Walter Hill. De la primera tiene ese espíritu por reivindicar la generación de los 50 a través de una banda sonora repleta de clásicos del momento. En cuanto a The Warriors, es parecida la visión de las bandas juveniles de las grandes ciudades aunque desde un punto de vista más edulcolorado.

Eso no quita que sea una película original, fresca y llena de buenos momentos. Se trata de un gran ejemplo de como la música consigue convertirse en un claro protagonista de la historia convirtiendo la obra en un gran canto generacional de la época. Es de esas películas especiales, que no sobresalen por su argumento o por las virguerías técnicas sino que te llega directamente al corazón por lo que cuenta y sobretodo, por como lo cuenta. Si eres un EMO abstente de ver la película. Conseguirás alegrarte la vida.


domingo, 7 de octubre de 2007

George & The Zombies

Recientemente he tenido el placer de disfrutar en el Festival de Sitges de la quinta y hasta ahora última parte de la famosa saga zombie de George A. Romero. Se trata de Diary of The Dead, película tan humilde como sorprendente en donde se hace una especie de relectura del tema zombie sin ánimo de continuar la saga sino realizar una película completamente independiente con ese enorme espíritu crítico tan característico en las anteriores obras. Diary of the Dead se podría considerar una suerte de mockumentary deudor de The Blair Witch Project en donde se narra la historia de unos cuantos estudiantes de cine que mientras graban un cortometraje de terror (no podia ser otra cosa), se ven sorprendidos por el súbdito despertar de los muertos en a lo largo y ancho del planeta. Los chavales deciden realizar un viaje huyendo constantemente de esta extraña la cual la van narrando con sus propias videocámaras.
La película, al igual que sus predecesoras se dedica a criticar (descuartizar casi) aspectos de la sociedad en la que vivimos y en este caso los que no se salvan son los medios de comunicación. Si en la primera parte se criticaba la carrerra nuclear de los 60, en la segunda parte el enfermizo consumismo de la sociedad o en la tercera los experimentos científicos, en esta quinta y hasta ahora última parte se critica el papel de los medios de comunicación en la actualidad. Pero dado que es muy tarde y estoy un poco cansado, acabaré esta sutil y seria crítica un dia en el que esté más motivado.

Buenas Noches.

martes, 21 de agosto de 2007

CURSO 1999

La obsesion por contar historias en donde se vive en un futuro apocalíptico creo que se remonta a la época de la crisis del petróleo, a finales de la década de los setenta. Películas como The Omega Man, Cuando el Destino nos Alcance o Mad Max comenzaban a hablarnos de como nuestra sociedad se ha podrido hasta tal punto que nuestro destino estaba condenado a la miseria, la violencia y la muerte. Era una visión completamente pesimista del futuro, sin inventos que mejoraran el bienestar y en donde la violencia es el único modo de hacerse con el poder o simplemente, para sobrevivir.


Ya en la década de los ochenta y con el gobierno de Reagan al poder, el cine futurista cambió. Se vivía un momento en donde la derecha se comenzaba hacerse con el poder en todo el mundo mientras los paises soviéticos se iban a tomar por culo. Y esto también afecto al cine futurista de la década de los ochenta. En ellas se nos retrataba un futuro no del todo apocalíptico como el de los setenta sino que se trataba de un mundo en donde las diferencias sociales eran enormes y los gobiernos eran prácticamente dictaduras controladas por grandes corporaciones. En Perseguido, de Schwarzennegger se nos describía un futuro completamente dictatorial en donde los presos se veían obligados a participar en un programa televisivo al estilo Gran Hermano pero lleno de freaks con ganas de sangre y desmembrar a los concursantes. O 1997: Rescate en Nueva York, en donde el bueno de Kurt Russell es un malechor al que le encargan la mision de buscar al presidente de los Estados Unidos quien ha sufrido un accidente aereo en la isla de Manhatan, convertida en el futuro en una enorme cárcel para aislar a toda la basura de los EE.UU.


En el caso de Curso 1999, nos encontramos ante un caso especial y muy significativo de los que fue el cine apocalíptico de los 80. En primer lugar, cabe decir que se trata de la segunda parte del clásico Curso 1984, con lo que se conforma una pequeña saga sobre la educación en los ochenta de la mano de un artista del calibre de Mark Lester, director de Commando. Curso 1984 explicaba la historia de como un profe de música llega a un cole público del peor barrio de una ciudad yanki para hacer una sustitución. En el cole se encuentra un panorama jodido, lleno de punkis chungos drogadictos y para colmo, Micheal J. Fox es el empollón de clase. La idea de la película era decir que hay que aplicar la mano dura contra todos aquellos desgraciados que van al cole solo a traficar con drogas y provocar peleas.


En el caso de Curso 1999 nos encontramos en un futuro completamente apocalíptico, en donde solo hay punks. No hay heavys, no hay popis, ni rockeros ni pelados...Solo punkis. Y con ametralladoras. En realidad, la historia se centra en un barrio en donde todo es tan incontrolable que la policia ya ha decidido no ir con lo que se ha convertido en una zona libre en donde reina el caos y la anarquia. La historia se centra en un chaval de ese barrio que sale de la carcel con la intención de cambiar su vida y no volver a pertencer a una banda. Y para demostrar que ha cambiado, lo primero que hace al salir de la cárcel es ir al colegio. El problema llega cuando vemos que todos los punkis de la zona, aunque se trate de una zona sin poli, asisten al colegio religiosamente. Y lo curioso del asunto es que el colegio es el único lugar en donde hay guardias de seguridad que asustan a todos los punkis. Pero ellos siguen llendo a clase porque liarla en clase y hacer bulling al pardillo de turno es algo que los llena por dentro. Sino, no serian auténticos punks ochenteros.


El director de la escuela, interpretado por un más que acabado Malcolm McDowell (Alex en La Naranja Mecánica) decide, junto con unos tipos de una corporación chunga, meter a tres cyborgs bajo la apariencia de profesores para dar clases, de quimica, lengua y por supuesto, educación física. Y evidentemente, estos cyborgs van obligar que los punkis aprendan la lección y hagan los deberes a base de llaves de karate, puñetazos o obligarles a ingerir cantidades industriales de droga hasta el punto de matarlos.


No diré más porque no quiero fastidiarle a nadie la película, pero solo quiero decir que se trata de una película maravillosa. Un futuro apocalíptico, con punks, un poco de plagio a Terminator y un montón de tópicos que haran de las delicias de los amantes del cine ochentero.


Y es que con esta película, Curso 1984 y Commando, Mark Lester merece una posición en el olimpo de la caspa ochentera junto con Lucio Fulci y Don Coscarelli.

viernes, 3 de agosto de 2007

YO TAMBIÉN ME CRIÉ CON LAS AMERICANADAS


Soy nacido en plena década de los ochenta, concretamente en el 1985. Los de una década anterior aun conocieron o pudieron comprobar que el mundo podía estar dominado por otro país que no fueran los EEUU. Yo, y mis compañeros de generación hemos vivido toda nuestra juventud en el momento de mayor apogeo del único imperio existente. Mis juguetes, desde los transformes a los GI-Joes eran productos genuinamente yankis, embadurnados de barras y estrellas y hectolitros de libertad. Mi generación se puede considerar la primera oleada de jóvenes criados en Europa a imagen y semejanza de los jóvenes estadounidenses.
El cine también tuvo una gran importancia en nuestra educación, concretamente en forma de video cassette y en el caso de los más aventajados, con la forma del entrañable sistema Beta. Semana tras semana, asistíamos a los videoclubes en busca de películas de películas que ahora consideramos como auténticos clásicos como son Predator, Commando, La Jungla de Cristal, Rambo...Yo era un niño y lo único que tenia ganas de ver era a un tipo armado hasta las cejas cargarse a todo aquel que le viniese a tocar los cojones. Curiosamente, todos los personajes de estas películas (salvo John McClane de La Jungla) eran militares o antiguos militares entrenados para matar a todo aquel que intentase ensuciar cualquiera de las 50 estrellas de la bandera de la libertad. Y es que sin darnos cuenta, éramos testigos de una gran oleada de propaganda yanki justo con el final de la Guerra Fría. Se nos demostraba que solo un país podía mandar a los demás y eso quedaba representado a través de Arnold, Bruce Willis y Stallone, los tíos que siempre quisimos tener.
Observen el caso de Rocky 4, película en la que el archiconocido personaje interpretado por Silvestre Stallone se enfrenta en el combate de boxeo más importante de la historia al campeón de los pesos pesados de la URSS (ahora que lo pienso, ¡el nombre de este país imponía joder!), Ivan Drago. Este tipo de más de 2 metros de altura es el mal personificado: soviético, frío y está dopado hasta las cejas. La película se plantea como un enfrentamiento entre capitalismo y comunismo sobre un ring, en donde Rocky, sin doparse y con un bañador con barras y estrellas es capaz de vencer a la semi máquina soviética. Y que te digan cuando eres un niñato que un yanki sano como un roble de poco mas de medio metro de altura puede ganar a un soviético dopado hasta las cejas y con una pegada de 800 kilos de presión te quedas un poco petrificado.
Películas como esta, Rambo II y III, Cobra o en el caso de Sualzeneguer Commando o Predator eran obras que decían las cosas claras: solo los yankis pueden acabar con los malos. Ellos son los más fuertes y solo ellos y nada más que ellos podrán vencer a las fuerzas del mal, vengas de la URSS, del hiperespacio o de cualquier república bananera. Eso por no hablar de las películas de Chuck Norris y concretamente una que me hace especial gracia, Invasión USA, en donde se plantea la surrealista situación de una invasión a USA por parte de un superterrorista soviético. El problema surge cuando nos damos cuenta de que el ejército yanki no puede frenar el ataque. Solo el bueno de Chuck podrá hacerlo de la mano de unas cuantas granadas, un par de ametralladoras y la excusa de que han matado a su mejor colega. Y es que así eran los ochenta, en donde un solo yanki puede enfrentarse sin despeinarse contra más de 10000 malos a la vez, ya sean soviéticos, cubanos, marcianos o andorranos.
De todos modos, el patriotismo yanki de los años ochenta era bastante inofensivo, evidente y hasta divertido. El objetivo era simplemente evidenciar que los yankis eran los buenos y los comunistas los malos. Los yankis podían ir al súper y comprar coca-cola y donuts mientras que en la URSS se tenían que hacer colas solo para comprar un croissant, con lo que la gente desayunaba a la hora de comer y comían a la hora de cenar. Esto queda evidenciado en una enorme frase de Rocky IV cuando uno de los socios del boxeador yanki suelta, nada más llegar a tierras moscovitas “aquí no podremos ver la Super Bowl”. Pero un día la Guerra Fría se acabó y los Estados Unidos eran la única potencia mundial. ¿Cómo iba a reaccionar el cine ante esto si ya no había malos?
El hecho de no tener enemigos era un gran problema. Ya no existía una amenaza real en el mundo con lo que no había muchas excusas para desarrollar un discurso patriótico pro-yanki. En un principio se intentó hacer un cine en donde aún existían resquicios de la amenaza soviética, encarnada en exmilitares comunistas disconformes con la situación y reconvertidos en terroristas internacionales con ganas de joder la marrana. Pero se trataban de historias poco reales y poco atractivas así que se decidieron ir a lo grande. La amenaza de un grupillo de terroristas de poca monta no era suficiente para atraer a las masas al cine con lo que se decidió asustar a la gente con amenazas provenientes del exterior de nuestro querido planeta Tierra.
Y ahí es donde llegamos a una obra del calibre de Independence Day, dirigida por el alemán que siempre quiso ser yanki, Ronald Emmerich, creador de sendas obras de culto como Soldado Universal, Stargate o la imprescindible (lo digo en broma) Godzilla. Independence Day cuenta la historia de cómo un grupo de marcianos con unas naves de tamaño colosal deciden invadir el planeta Tierra días antes de la celebración del día de la independencia de los Estados Unidos de América. Los marcianos comienzan a destruir todas las ciudades más importantes del mundo, incluido Washington con lo que parece que no hay escapatoria. Pero el problema es que el 4 de Julio es un día en donde los yankis están doblemente motivados, y por sus cojones no van a dejar que les jodan el día más importante del año, con lo que hasta el presidente se pone manos a la obra para destruir a esos marcianos de mierda.
La película, cuando la vi en el cine a la tierna edad de 11 años me la trague con patatas. Me la tome totalmente en serio y si os digo la verdad, me emocionó hasta el punto de ponerme la piel de gallina, la escena final en donde el presidente decide pilotar el caza para cargarse a la nave madre de los invasores intergalácticos. Una escena contada así puede parecer (y es) totalmente hilirante y fuera de lugar. Pero eso, si lo ves a ciertas edades te lo crees. Y hasta es posible que el mismo Ronald Emmerich se lo creyera porque la película no parece auto parodiarse en ningún momento sino que al contrario, parece tomárselo todo muy en serio.
Si este fuese un caso aislado pensaría que Ronald Emmerich era un cachondo e Independence Day una suerte de parodia. El problema viene cuando ves sus obras posteriores, como Godzilla o El Patriota, interpretada por Mel Gibson. En esta última se nos cuenta un fragmento de la corta historia de los Estados Unidos de America, concretamente en la guerra de la Indepencia contra los crueles y malvados británicos. El bueno de Mel Gibson es aquí un colono yanki, crisitiano, trabajador e hijo de 500 hijos, a cual más valiente y rubio. Todo es muy bonito y tranquilo hasta que viene un malvado ingles recien salido de una barriada de Manchester para quemarle la casa y destruirle la familia con lo que el valiente tipo se toma la venganza. Y dos horas de metraje después, vemos a Mel Gibson en pleno campo de batalla defendiendo su tierra matando a todo ingles que se encuentra con una bandera de los Estados Unidos de América, país de la libertad, las oportunidades y los hot dogs. Esta escena llega hasta tal punto de locura que en un momento, Mel, cual William Wallace le clava al malo de turno la bandera de su país en todo el pecho...en cámara lenta, claro.
Dejando a un lado a Ronald Emmerich, deberíamos citar a otro de los grandes de la americanadas como es el caso de Michael Bay, creador de obras cumbre como La Roca, Armaggeddon o Pearl Harbor. Sobre La Roca, personalmente no tengo nada que decir porque se trata de una película grandiosa, rebosante de acción y en donde, aunque haya un mensaje proyanki y promilitar, se trata de una película entretenida y buena. El problema comienza a llegar con Armaggedon, película delirante donde las haya en donde se nos cuenta la historia de cómo un enorme meteorito está a punto de colisionar con el planeta Tierra y provocar una hecatombe similar a la producida hace millones de años cuando los dinosaurios dejaron de existir. Realmente, el tema daba para mucho si no fuera por como lo desarrolla el bueno de Michael Bay. ¿Cuál es la solución para acabar con tal amenaza? Pues contratar a un grupo de petroleros que de dedican a desvalijar reservas en el golfo pérsico para que vayan al meteorito y tras perforarlo, meter una bomba nuclear que destruya a la amenaza. Dicho así puede parecer una historia apasionante, llena de tensión y todo lo que queráis. Pero si lo analizamos con más calma y detenimiento nos damos cuenta de que estamos ante una historia que además de proyanki nos deja claro que la salvación del mundo viene determinada por los dos aspectos que han convertido a los EEUU en la primera potencia mundial: el petróleo y la bomba nuclear. Y si a todo esto le añadimos un final dramático lleno de primeros planos en cámara lenta de gente llorando, banderas yankis ondeando (también en cámara lenta) y la balada que mi hizo odiar a una de mis bandas favoritas como es el caso de I don’t wanna miss a Thing de Aerosmith pues nos encontramos ante una de las americanadas más grandes y pomposas jamás rodadas en la historia del cine. Y al igual que sucedía con Independence Day, Armaggedon parecía tomarse muy en serio así misma.
Se podría escribir un libro entero dedicado al fenómeno de las americanadas y de cómo nos han influenciado en nuestras infancias. Podríamos citar otras películas como Deep Impact, Con Air, Transformers, Salvar al Soldado Ryan y un largo etcétera de películas que exaltan el orgullo yanki y encima llenan los cines de todo el planeta. Hemos sido víctimas voluntarias de unas historias que exaltan los valores de un país que nos domina y a decir verdad, muchas veces salimos encantados de la vida. Cuando vemos una película como Black Hawk Derribado en donde 100 yankis de cepillan a 1000 negros somalíes nos lo pasamos pipa con escenas de acción tan espectaculares como vacías. Sin embargo llega un punto que te llegas hartar y tantas barras y estrellas comienzan a no ser tomados en serio. ¿Os que alguien se tomó en serio el final de Spiderman en donde el héroe arácnido, tras acabar con los enemigos, se va a un edificio y se planta junto a una enorme bandera de los EEUU? ¿Había alguna razón? No. ¿Por qué lo hicieron? Pues supongo que porque al quedarse sin Torres Gemelas, debían exaltar un poco más su orgullo patriótico. ¿Había otra forma de hacerlo? Pues pregúntenselo a Sam Raimi, el director de la película. Él es el único que tiene la respuesta para acabar una gran película de una forma tan penosa.
A decir verdad, me alegro de haberme criado con estas películas. Os doy las gracias por haberme hecho pasar tan buenos momentos...¡Pero basta! Lo único que habéis conseguido es que comienza a tomarme muy poco en serio a los Estados Unidos de América.

Guillermo Álvarez Chaia



















jueves, 5 de julio de 2007

90s-00s

Los noventas fue una década de felicidad. Todo era muy bonito: no habia guerras que afectaran a paises importantes, los negros muertos de hambre no le importaban a nadie y nosotros, en el primer mundo, en lo unico que pensabamos era en divertirnos, ver la tele y pensar lo minimo posible. ¿Que series tenian exito por aquel entonces? Friends, Cheers, Fraiser, Senfield...No voy a decir nada en contra de estas series, pero dejaban en evidencia que en aquella epoca todo era feliz y divertido. Luego se cayeron dos torres gemelas, un tren de madrid voló por los aires y el metro de londres ardia en llamas. Ya no todo era felicidad y, como no, las series de television cambiaron. Ahora solo vemos cosas que provocan miedo, historias de accidentes aereos (Lost), terroristas islamicos con bombas atomicas (24) y corrupciones estatales (Prison Break). Antes todo era felicidad y ahora todo es miedo, pero lo disfrutamos igualmente sin pensar en lo que vemos. Solo seguimos deseando ver como acaba la proxima temporada. ¿Porque? Porque antes que pensar, consumimos.

domingo, 8 de abril de 2007

Screamin' Lord Sutch


Cuando Screamin Lord Sutch apareció en la escena rockera inglesa a principios de los 60 había cientos de músicos de tres al cuarto en todo el país que tocaban como él o mejor la guitarra eléctrica o el mismo saxofón. Además de eso, Sutch no es que fuese un gran cantante pero su entusiasmo y su gran ojo para descubrir nuevas promesas dentro del panorama musical le han convertido en uno de los personajes más infravalorados de la historia del rock. Es suyo, por ejemplo, el mérito de haber metido en el negocio de la música a tipos tan importantes y talentosos como John Bonham, Jimmy Page, Keith Moon o incluso el mismo Jeff Beck. Estos figuras del rock’n’roll fueron todos integrantes de la primera formación musical del bueno de Lord Sutch, conocida por el nombre de Screamin Lord Sutch & The Savages, una banda que editó en la década de los sesenta una infinidad de singles magistralmente producidos por John Meek, quien supo mezclar la esencia del rockabilly con las rocambolescas idas de olla de nuestro protagonista.

Sus primeros discos tenían canciones de temática terrorífica y temas rockabilly a partes iguales, ya que según el propio Lord Sutch, <>. Muestra de ello son sus dos primeros discos, titulados “The Hands of Jack the Ripper” (en donde participaron Keith Moon y Ritchi Blackmore) y “Lord Sutch and Heavy Friends” (que contó con la colaboración de unos principiantes Jimmy Page, John Bonham y Jeff Beck), en donde aparecen versiones de clásicos como Roll Over Beethoven, Great Ball of Fire o Tutti Fruti junto con locuras del calibre de “The Hand of Jack the Riper” o “Smoke and Fire”. Los discos de este genio incomprendido son muy difíciles encontrar en las tiendas. Solo nos podemos conformar con las típicos recopilatorios en donde se recogen todos los grandes singles de este artista. Los dos más famosos son ”Jack the Ripper” y “Rock and Horror”, en donde aparecen gemas del shock rock como Rockabilly Madman, Monster Rock o la contundente Rock and Shock. Todo y eso, The Savages nunca consiguieron mucho éxito. En los EEUU era una banda rockabilly más mientras que en su país de origen, la Gran Bretaña, Lord Sutch era un tipo más conocido por sus locuras que por su música. La música que hacía era una especie de rockabilly totalmente salvaje y frenético, igual que sus directos, en donde The Savages ofrecían un espectáculo que pocos han sido capaces de igualar. Según Lord Sutch, <>. Y es que los conciertos de los Savages eran todo menos aburridos. Todos y cada uno de los músicos contribuían en que los conciertos fuesen más espectaculares. Sus actuaciones eran verdaderas fiestas del terror, en donde se cortaban cabezas, cuerpos, manos además de apariciones fugaces de tipos armados con espadas o disfrazados de policías mientras sonaban de fondo canciones como “Jack the Ripper” o “Dracula’s Daughter”. Estos shows se convertían en verdaderas fiestas macabras dirigidas a un público normalmente adolescente, hambriento de sensaciones fuertes y algo de violencia gratuita. Pero lo más curioso del bueno de Lord Sutch es que desde el principio de su carrera musical, se caracterizó por aparecer en sus conciertos con la cara pintada, algo que nos hace pensar de donde sacaron la inspiración genios del rock como Alice Cooper, Kiss o Misfits. De esa manera se convertía junto con Little Richard y Elvis en uno de los precursores de lo que ahora se conoce como glam, un “título” que muchos se lo han adjudicado a gente como Bowie o al mismo Alice Cooper.

Pero aquí no se acaba la cosa. Este peculiar personaje tenía varias aficiones, a cual más estrambótica. El más estúpido de todos sus hobbies fue sin duda alguna, la política. En el año 1963, Lord Sutch fundó un partido político llamado The National Teenage Party (Partido Nacional de Adolescentes) con el fin de reclamar el voto de los chavales ingleses de 18 años. En las primeras elecciones en las que participó consiguió la friolera de 208 votos en toda la Gran Bretaña. Todo y eso, Sutch no se cagó en los pantalones y como todo tipo con principios y personalidad continuó en el mundo de la política hasta el final de su vida.
Mas tarde fundó otro partido bajo el curioso nombre de The Monster Raving Looney Party. Este partido hacía propuestas tan interesantes como meter cocodrilos en el río Tamesis (con dos cojones, hombre), erradicar Enero y Febrero para que el invierno fuese más corto (¡ahí tus huevos!) o crear las Olimpiadas Escocesas (!!!) además de permitir que los pubs estuviesen abiertos todos los días a todas horas como si de badulaques se tratara. Y es que Lord Sutch quería dar a los ingleses lo querealmente querían: fiesta todo el día. ¡Eso si que era populismo!
Con ese plan político bajo el brazo, el rocker-político se presentó a las elecciones generales y municipales inglesas durante casi cuarenta años, siempre consiguiendo alrededor de unos 1000 votos (su récord estaba en los 1006 votos), lo que provocaba a su vez que perdiera en cada proceso electoral unas 1000 libras esterlinas, algo así como 2500 eurazos. Pero eso era algo que no le importaba mucho al Lord Sutch, quien siguió presentándose una y otra vez hasta conseguir el récord Guiness de político que más veces se ha presentado a unas elecciones.
The Monster Raving Looney Party era sin duda el partido más bizarro de la historia mundial. Solo había que ver los encontronazos que tenían sus militantes o el mismo Lord Sutch con delicias humanas como Margaret Tatcher, líder de los conservadores en la década de los ochenta. Tanto en los mítines como en el mismo parlamento, Sutch y los suyos aparecían vestidos con trajes de lo más estrambóticos mientras exponían seriamente sus descacharrantes propuestas políticas. Solo había que ver uno de los logos del partido para captar sus intenciones: Vote for insanity: “You know it makes sense”.

Pero por desgracia, este gran político y músico era un drogadicto y un maniático depresivo. Desde joven estuvo marcado por la muerte de los dos seres que más amaba en este mundo: la de su madre y la de su perro. Sumándole a eso sus cuantiosos fracasos electorales y el hecho de que nunca se le reconoció en el mundo musical como se lo merecía, no me extraña que acabó cansándose de esta asquerosa vida en el año 1999, cuando decidió suicidarse. Nadie entendió su muerte. Ni sus amigos más íntimos ni los militantes del partido no entendieron jamás la razón por la cual este gran tipo decidiera ahorcarse en su casa de un día para el otro. Pero de lo que no cabe duda es que Screamin Lord Sutch ha sido un de los tipos más curiosos y locos que jamás hayan pisado este planeta. Un genio que estará siempre presente en los corazones de muchos de nosotros.

miércoles, 28 de marzo de 2007

Blood Feast

Blood Feast, el origen del gore


Antes de que la Troma, Peter Jackson y Freddy pusieran de moda el cine gore había un colgado de la ostia de nombre Herchell Gordon Lewis que tuvo, un día del invierno del 1963, la idea de inventar un subgénero cinematográfico cuya pricipal característica era el uso abusivo de la sangre. No, de hecho el único mensaje, sentido y razón de ser de ese género sería la sangre y las mutilaciones. O peor (mejor para muchos), que la única razón de ir al cine es ver el acto violento más sangrientamente divertido y extremo. Vamos, que si en las pelis de surf lo que se quería eran pavas en bikini ligándose a chulo-playas rollo Hasselfhoff y amantes del surf, en las pelis gore de Gordon Lewis, la gracia consistía en ver las atrocidades más salvajes y sangrientas posibles. Eso es el gore y esta es la historia de su origen: Blood Feast.
Corría el año 1960 y Gordon Lewis trabajaba como socio del productor Dave Friedman, uno de los tipos más importante dentro del ámbito del cine nudie, es decir, cine con peña ligera de ropa (mayoritariamente tías). Decir que era importante es poco ya que en aquella época era el líder absoluto. Era el puto dios de las nudie movies y no tenía competencia posible. Era una especie de mesías que creó mucho de los tópicos de estas pelis como las partidas de volleyball en la playa en topless o las popularísimas escenas de chicas guapas saltando sobre camas elásticas (en topless también). Éstas últimas escenas de vaiven mamario se convirtieron en el verdadero sello de Friedman y lo que reportó un éxito fuera de lo normal.

Pues la cosa es que Gordon Lewis y Friedman hicieron buenas migas desde el principio. Su primera obra conjunta, un drama de adolscentes titulado The Prime Time, que no he tenido la ocasión de ver, fue un fracaso. Esto obligó a los dos caraduras ha buscar el éxito fácil, o lo que es igual, hacer pelis nudies a punta pala algo que les reportó fama dentro de este peculiar mundo. Evidentemente, Lewis se cansó de tanta teta y tanto culo (todo exceso es malo) y pensó que era el momento perfecto de comenzar a pensar en dar un giro en su carrera.

La cosa comenzó en el año 1963, cuando el inteligente e inventivo Friedman consiguió el encargo de rodar una peli de nudistas en las playas de Florida. El productor, un tal Eli Jackson estaba obsesionado con que su esposa (una striper de cuidado llamada Virgina Bell) se luciera ante las cámaras y se convirtiera en una verdadera estrella. Claro que la intérprete estaba embarazada de unos meses lo que obligó a Gordon y Friedman ha acabar la peli a una velocidad de espanto. Exactamente tardaron tres largos días en rodarla y, como nos podemos imaginar (tampoco la he visto), la peli debía ser mala, pésima, guarra, cutre y patética. Pero bueno, Friedman y Lewis se dedicaron a trabajar posteriormente con el dinero sobrante de la película nudista en un proyecto un poco diferente. Se trataba de un guión que el buen y sabio Gordon escribió a la velocidad del rayo y que contaba la historia de cómo una madre se hace con los servicios de un cocinero egipcio llamado Ramses (típico nombre egipcio) para preparar la comida de la fiesta de su hija. Ramses es un tipo aplicado y decide hacer un plato que nadie ha hecho en 5.000 años y que consiste en la interesante mezcla de órganos vitales de seres (preferiblemente chicas) que no han realizado el acto sexual. Bueno, el final no lo explico porque no quiero joderle a nadie la peli. ¿Qué peli? Pues Blood Feast, la obra con la que nació el cine gore.

La cosa que es que se pusieron manos a la obra con semejante material y contrataron como prota a Connie Mason, playmate en el 1963 que no tenía ni puta idea de actuar. Vamos, que simplemente estaba buena cosa que para tipos como Friedman o Gordon Lewis era más que suficiente. Evidentemente, lo que importaba en una peli de estas características no eran precisamente los actores sino la sangre, las decapitaciones, las extirpaciones y los sesos troceados. Como decía Gordon, la sangre era mucho más importante que el argumento o el elenco de actores. La sangre era por lo tanto el verdadero protagonista, con lo que Gordon trabajó junto con un laboratorio llamado Coral Gables dando finalmente con un líquido que daba mucho el pego. En palabras de la enciclopedia andante Friedman, la sangre iba a salir a chorros de los muñones, de las cuencas vacías de los ojos, de las cabezas con la cabellera arrancada y de los torsos despellejados. Para conseguir estos efectos, además de la sangre, Gordon Lewis confeccionó unos maniquíes que rellenaba por dentro con carne de animal o lo que sea. La cosa era reventar y sangrar.

Gordon Lewis y Friedman consiguieron acabar la peli, y lo que es más, acabarla con un resultado más que digno para dos tipos como ellos. El presupuesto final fue de 40.000 y se estrenó en el mismo 1963 en un auto-cine cercano a Chicago. La publicidad y los trailers de Blood Feast llamaron mucho la atención la gente de la zona y fueron en masa a verla a ese cine. Desenlace: un montón de colas de coches dispuestos a entrar al cine para ver que coño era esa peli de la que tanto se hablaba. Friedman, un tipo que piensa en todo, vendió unas bolas para el mareo con la intención de que fuesen consumidas por el público en caso de no sentirse cómodo viendo Blood Feast...Y después dicen que el merchandising lo invento George Lucas.

En definitiva, Blood Feast se convirtió en poco tiempo en un verdadero éxito consiguiendo recaudar cuatro millones de dólares con una peli en donde la sangre era el principal reclamo. Todo esto le permitió a Gordon (y a Friedman) a continuar con su carrera dentro del cine gore y realizar otra obra maestra titulada 2000 Maniacos.

Hola a todos y a todas

Blood Feast, el origen del gore
Antes de que la Troma, Peter Jackson y Freddy pusieran de moda el cine gore había un colgado de la ostia de nombre Herchell Gordon Lewis que tuvo, un día del invierno del 1963, la idea de inventar un subgénero cinematográfico cuya pricipal característica era el uso abusivo de la sangre. No, de hecho el único mensaje, sentido y razón de ser de ese género sería la sangre y las mutilaciones. O peor (mejor para muchos), que la única razón de ir al cine es ver el acto violento más sangrientamente divertido y extremo. Vamos, que si en las pelis de surf lo que se quería eran pavas en bikini ligándose a chulo-playas rollo Hasselfhoff y amantes del surf, en las pelis gore de Gordon Lewis, la gracia consistía en ver las atrocidades más salvajes y sangrientas posibles. Eso es el gore y esta es la historia de su origen: Blood Feast.


Corría el año 1960 y Gordon Lewis trabajaba como socio del productor Dave Friedman, uno de los tipos más importante dentro del ámbito del cine nudie, es decir, cine con peña ligera de ropa (mayoritariamente tías). Decir que era importante es poco ya que en aquella época era el líder absoluto. Era el puto dios de las nudie movies y no tenía competencia posible. Era una especie de mesías que creó mucho de los tópicos de estas pelis como las partidas de volleyball en la playa en topless o las popularísimas escenas de chicas guapas saltando sobre camas elásticas (en topless también). Éstas últimas escenas de vaiven mamario se convirtieron en el verdadero sello de Friedman y lo que reportó un éxito fuera de lo normal.
Pues la cosa es que Gordon Lewis y Friedman hicieron buenas migas desde el principio. Su primera obra conjunta, un drama de adolscentes titulado The Prime Time, que no he tenido la ocasión de ver, fue un fracaso. Esto obligó a los dos caraduras ha buscar el éxito fácil, o lo que es igual, hacer pelis nudies a punta pala algo que les reportó fama dentro de este peculiar mundo. Evidentemente, Lewis se cansó de tanta teta y tanto culo (todo exceso es malo) y pensó que era el momento perfecto de comenzar a pensar en dar un giro en su carrera.
La cosa comenzó en el año 1963, cuando el inteligente e inventivo Friedman consiguió el encargo de rodar una peli de nudistas en las playas de Florida. El productor, un tal Eli Jackson estaba obsesionado con que su esposa (una striper de cuidado llamada Virgina Bell) se luciera ante las cámaras y se convirtiera en una verdadera estrella. Claro que la intérprete estaba embarazada de unos meses lo que obligó a Gordon y Friedman ha acabar la peli a una velocidad de espanto. Exactamente tardaron tres largos días en rodarla y, como nos podemos imaginar (tampoco la he visto), la peli debía ser mala, pésima, guarra, cutre y patética. Pero bueno, Friedman y Lewis se dedicaron a trabajar posteriormente con el dinero sobrante de la película nudista en un proyecto un poco diferente. Se trataba de un guión que el buen y sabio Gordon escribió a la velocidad del rayo y que contaba la historia de cómo una madre se hace con los servicios de un cocinero egipcio llamado Ramses (típico nombre egipcio) para preparar la comida de la fiesta de su hija. Ramses es un tipo aplicado y decide hacer un plato que nadie ha hecho en 5.000 años y que consiste en la interesante mezcla de órganos vitales de seres (preferiblemente chicas) que no han realizado el acto sexual. Bueno, el final no lo explico porque no quiero joderle a nadie la peli. ¿Qué peli? Pues Blood Feast, la obra con la que nació el cine gore.
La cosa que es que se pusieron manos a la obra con semejante material y contrataron como prota a Connie Mason, playmate en el 1963 que no tenía ni puta idea de actuar. Vamos, que simplemente estaba buena cosa que para tipos como Friedman o Gordon Lewis era más que suficiente. Evidentemente, lo que importaba en una peli de estas características no eran precisamente los actores sino la sangre, las decapitaciones, las extirpaciones y los sesos troceados. Como decía Gordon, <>. La sangre era por lo tanto el verdadero protagonista, con lo que Gordon trabajó junto con un laboratorio llamado Coral Gables dando finalmente con un líquido que daba mucho el pego. En palabras de la enciclopedia andante Friedman, <>. Para conseguir estos efectos, además de la sangre, Gordon Lewis confeccionó unos maniquíes que rellenaba por dentro con carne de animal o lo que sea. La cosa era reventar y sangrar.
Gordon Lewis y Friedman consiguieron acabar la peli, y lo que es más, acabarla con un resultado más que digno para dos tipos como ellos. El presupuesto final fue de 40.000 y se estrenó en el mismo 1963 en un auto-cine cercano a Chicago. La publicidad y los trailers de Blood Feast llamaron mucho la atención la gente de la zona y fueron en masa a verla a ese cine. Desenlace: un montón de colas de coches dispuestos a entrar al cine para ver que coño era esa peli de la que tanto se hablaba. Friedman, un tipo que piensa en todo, vendió unas bolas para el mareo con la intención de que fuesen consumidas por el público en caso de no sentirse cómodo viendo Blood Feast...Y después dicen que el merchandising lo invento George Lucas.
En definitiva, Blood Feast se convirtió en poco tiempo en un verdadero éxito consiguiendo recaudar cuatro millones de dólares con una peli en donde la sangre era el principal reclamo. Todo esto le permitió a Gordon (y a Friedman) a continuar con su carrera dentro del cine gore y realizar otra obra maestra titulada 2000 Maniacos.